Las 865 cartas entre Albert Camus y su amante la actriz española María Casares que la hija del escritor conservó y ahora decidió publicar.
Simplemente amor: el de una pareja de amantes, impedidos por la vida misma, y el de una hija que comprendió ese amor que no estaba destinado a su madre y lo protegió de las maledicencias. Albert Camus vivió un amor intenso y profundo con la actriz española María Casares. Un romance hecho más de cartas que de presencias. Camus y María se conocieron el día del desembarco de los aliados en Normandía, el 6 de junio de 1944. Una fecha emblemática para dos espíritus libres. Ella tenía 21 años y la belleza que solo se tiene a esa edad. Una gallega hija de un alto funcionario de la Primera República al que la guerra civil española exilió en Francia. Él, treinta años, un argelino, hijo de un colono francés muerto en combate en la I Guerra Mundial, y una madre semianalfabeta de gran influencia en ese hijo que llegó a obtener el Premio Nobel de Literatura. El escritor estaba casado con Francine Faure, la esposa enferma que permaneció en Argelia en cuanto él vivía solo en París como integrante de la Resistencia. Camus ya había publicado la novela que lo llevó a la fama, “El extranjero”.
Albert y María, fueron dos desterrados que hicieron del amor un territorio común. Intercambiaron 865 cartas que dan prueba del amor, los celos, la compasión y el mundo de la postguerra. Se escribían en francés.
“Lucho para expresarme (…) noto perfectamente qué mal te escribo. Pero mi único deseo sería callarme a tu lado y despertarme mientras tú duermes aún, quedarme mucho rato mirándote, esperando a que despiertes. Eso era, amor mío, la felicidad” (...) “Cariño, ya no sé escribir. Estoy nervioso como un león enjaulado”, se lee en una de las cartas que van de la pasión a los celos, de la culpa a la compasión. En todas, una gran ternura. Pienso en el poeta portugués Fernando Pessoa que decía “quién no ha escrito ridículas cartas de amor”. Tal vez porque el lenguaje amoroso es íntimo, sin testigos. Pero no hay en las cartas de la pareja nada ridículo. Tan solo un amor contrariado por la distancia y el honor. Con el tiempo aprendieron a vivir separados y dejaron entrar otras personas en sus vidas, pero siempre se escribieron.
Escribe Camus: “Hoy tenía una necesidad casi física de tu carta, igual que se necesita una tabla a la que agarrarse (…) ¡El deseo! Dormirse con él, despertarse con él. Es un rumor sordo a lo largo de los días (…) Hay que hablar, hablar y hablar para sustituir a los cuerpos”. Responde ella: “Me paso el día contigo. Vivo contigo todo lo que me sucede y por la noche te vuelvo a contar todo lo relacionado con mi vida solitaria (…) Necesito tenerte encima y tengo ganas de mirarte mientras me aplastas (…) Otra decisión irrevocable que tomo cada minuto: te querré toda la vida”.
La relación entre Albert y María se interrumpe a finales de 1944. Un año después, Francine da a luz a los gemelos Catherine y Jean. Cuatro años más tarde, otro 6 de junio, Albert y María se cruzan en el boulevard Saint-Germain. No volverán a separarse hasta la muerte del escritor en un accidente de autos en enero de 1960. Regresaba de la finca de sus amigos Gallimard donde había pasado las fiestas de fin de año. El escritor viajaba en auto, la familia en tren. Al chocar contra un árbol, Albert Camus murió en el acto. Tenía 47 años. Tan solo dos años antes había recibido el Premio Nobel de Literatura, el más jóven hasta entonces…
La pareja descollaba en la París de la postguerra. Albert Camus, autor de “La Peste” y “El mito de Sísifo”, fue uno de los pocos intelectuales de su época que no justificó los crímenes y las purgas de Stalin por el chantaje ideológico de los soviéticos por haber liberado a Europa del nazismo y ofrecer el comunismo como el sistema ideal. María Casares, actriz de la Comedie Francaise y del Teatro Nacional Popular, una gran dama de la escena francesa, popular tanto en España como en Argentina.
“Te me apareciste como un último salvavidas lanzado en medio de una vida que a partir de entonces estaba vacía. Me agarré a él con todas mis fuerzas y voluntariamente cerré los ojos a todo lo que podía poner en peligro esta última esperanza”, le escribe Casares.
Con la liberación de París ya no hay pretexto para que Francine permanezca en Argelia. En poco tiempo se reúne con el marido, que escribe a la amante: “Mi deseo más verdadero y más instintivo sería que ningún hombre, después de mí, te pusiese la mano encima. Sé que no es posible. Todo lo que puedo desear es que no desperdicies esta cosa maravillosa que eres tú”.
A la muerte de su madre, Catherine que hoy tiene ochenta años, quiso conocer a María Casares, la amante de su padre. Se encontraron en un hotel de Niza, recuerdan ambas que “comieron chocolate”, y no cuesta imaginar que el tema de la conversación giró alrededor de ese padre amoroso, y amante apasionado que murió en un accidente de autos.
Las dos mujeres habían compartido a un hombre tierno, honorable y gran defensor de la libertad. Es probable que hayan seguido en contacto, pero las dificultades del cotidiano muestran su cara menos poética. La actriz española, María, necesitada de dinero para arreglar el techo de su casa, pidió permiso a la hija de Camus para vender sus cartas. Catherine no dudó. Hizo cálculos, consultó a peritos para saber si podía pagarlas. Tomó una decisión, las compró. “No quería que cayeran en manos equivocadas y las guardé en una bolsa durante 30 años. En 2016 pensé que nadie se acordaría de María y de la maravillosa mujer que era. A su muerte en 1996, sabía que alguien había robado las fotocopias de la correspondencia y temía que apareciese una edición pirata. Una amiga de la infancia, Beatriz Vaillant, me ayudó a ordenarlas.” El resultado es un libro de más de mil páginas editado por Gallimard, “Correspondencia 1944-1959” y traducido al español, por la editorial Debate. Con el que Catherine Camus decidió convertir el romance de su padre y su amante en patrimonio universal, compartiendo una clase de amor que muchos no conocerán jamás. Función de la literatura, hacernos vivir lo que ambicionamos, lo que nos falta, lo que nos hace soñar o llorar.
“Te deseo, amor, de la mañana a la noche. No sé qué me pasa. Nunca he estado así e incluso me da un poco de vergüenza”, escribe María a lo que el escritor responde: “Es falso, lo sé por mí mismo, que el amor ciegue. Al contrario: hace perceptible lo que, sin él, no llegaría a la existencia y que, sin embargo, es lo más real en este mundo: el dolor de la persona que amamos”. Pero si las cartas están llenas de amor, celos y ternura, el amor mayor es el de la hija que ofrece al ojo público lo que no debe haber sido fácil, tener a un padre enamorado de una mujer que no era su madre. Sin embargo, aún cuando Francine, en las cartas es una sombra, Catherine deja claro que su madre aceptó con dignidad la situación. “Mi madre estaba enferma y abandonarla habría sido contrario al honor. Luego estábamos mi hermano y yo. Al final de su vida, mi madre nos dijo: No olvides que no me arrepiento de nada con tu padre, nunca fue un mediocre”. En el prólogo Catherine, escribió: “Gracias a los dos, (Camus y Casares) sus cartas hacen que la tierra sea más vasta, el espacio más luminoso, el aire más ligero simplemente porque han existido”.
Norma Morandini
En Mujeres & Compañía, trabajamos día a día para ofrecerte contenido que abre diálogos, despierta reflexiones y empodera voces. Si nuestro enfoque sobre democracia, vida en común y feminismo resuena con vos, te invitamos a sumarte de una manera especial.
Con tu aporte, nos ayudás a seguir creando y a mantener este espacio libre e independiente. A través de los botones de Mercado Pago en este newsletter, podés donar y ser parte de la comunidad que impulsa un periodismo con perspectiva.
Gracias por ser parte, necesitamos que nos acompañes.