La fiscal Cecilia Goyeneche, una ciudadana valiente y ejemplar
Por María Eugenia Estenssoro
Hace pocos días conocí a la fiscal anticorrupción de Entre Ríos. Compartimos la cena anual de la Asociación Civil Río Paraná en Santa Fe. Como oradoras, ambas señalamos que la corrupción sistémica está destruyendo nuestra democracia. Cecilia Goyeneche fue destituida de su cargo en 2021 por investigar al ex gobernador Sergio Urribarri. Confesó que en su provincia era “un cadáver cívico”. Nadie quería contratarla como abogada por su enfrentamiento con el Tribunal Superior de Justicia.
Ella no imaginaba que unos días después, el poderoso Urribarri estaría tras las rejas. Apenas me enteré, la llamé. En esta columna quiero expresar mi admiración por su vocación y temple. Pero también dejar en claro que luchar contra la corrupción no es solo responsabilidad de jueces, fiscales, políticos y periodistas probos, es la obligación primordial de todos nosotros, las ciudadanas y ciudadanos que anhelamos un futuro mejor para nuestros hijos.
Transcribo unos pasajes de nuestra conversación:
-”¿Cecilia, cómo estás?”
-“Me impactó mucho la noticia. Urribarri fue ocho años gobernador de la provincia, es un personaje con mucho peso. ¡Que esté en una unidad penal es muy fuerte!”, respondió, sin salir de su asombro.
- ¿Hay posibilidades de que te restituyan en el cargo?
- Estoy esperando el fallo de la Corte Suprema. El Procurador General ya dictaminó la ilegalidad de todo el proceso llevado en mi contra por el Tribunal Superior de Justicia de la provincia.
- ¿Por qué te destituyeron si probaste que Urribarri había desviado cuantiosos fondos públicos en su beneficio y lo condenaron en primera y segunda instancia?
-Usaron mi intervención en otra causa para suspenderme, la investigación de la Legislatura de Entre Ríos. Utilizaban las contrataciones de obra para llevarse dinero a mansalva. Llegaron a tener hasta seiscientos contratos a la vez. Le hacían firmar a la gente cheques en blanco. Les pagaban el monotributo y la plata iba a parar a manos del cuñado de Urribarri. Me hicieron un jury de enjuiciamiento porque quien llevaba los monotributos era un contador amigo de mi marido. Plantearon que yo tendría que haberme excusado.
-¿Pero vos lo acusaste a este contador?
-¡Por supuesto!
-¿Pensabas que iban a detener a Urribarri?
-No. Quienes ordenaron la prisión preventiva son las tres juezas de la Cámara de Casación Penal, Marcela Devite, Marcela Badano y María Evangelina Bruzzo, quienes ya habían confirmado la sentencia contra Urribarri en segunda instancia. Es un hecho de mujeres.
-¿En qué sentido?
-Hay como una forma de ejercicio del poder distinta entre hombres y mujeres en esto de que todo se puede conversar. Hay una diferencia incluso de valentía. Aunque también hay mujeres que están del otro lado. La ong Entre Ríos Sin Corrupción acaba de pedir el juicio político a una vocal del Superior Tribunal muy ligada al ex gobernador.
Una tragedia nacional
Ser honesto en la Argentina tiene un precio demasiado alto, es cosa de valientes. Tenemos una desmesurada inclinación y tolerancia a la corrupción. ¿Cuándo lograremos, como canta Joaquín Sabina, que ser valiente no salga tan caro/que ser cobarde no valga la pena? No nos damos cuenta que la corrupción sistémica ha devastado el tejido social de una sociedad que alguna vez fue de clase media, que nos ha sumido en una decadencia económica difícil de remontar y que está minando la confianza en la democracia.
Hace 50 años el 5% de la población vivía bajo la línea de pobreza; hoy lo hace el 50%. Lo que es peor, 7 de cada 10 niños nace y crece en la pobreza sin posibilidad de progreso. ¿Qué futuro les espera a ellos y a nosotros como sociedad? Esta es la magnitud de la tragedia social que ha provocado el desmanejo de la cosa pública y su gran aliada, la corrupción.
Recientemente la ex presidenta Cristina Kirchner también fue condenada en segunda instancia por desviar fondos de obra pública, estimados en 3000 millones de dólares, a favor de su comprobado testaferro en Santa Cruz, el empresario Lázaro Baez. Acababa de ser ungida presidenta del Partido Justicialista. Sus seguidores y opositores dentro del peronismo, en lugar de pedir que diera un paso al costado, salieron a defenderla, aduciendo que era víctima de una persecución político-judicial.
El gobierno de Javier Milei inmediatamente le sacó sus jubilaciones de privilegio como ex presidenta y viuda del ex presidente Néstor Kirchner, con un adicional por supuestamente vivir en zona desfavorecida: en total 40.000 pesos al mes. Lamentablemente, la ANSES no hizo lo mismo con la pensión de privilegio que recibe Zulema Yoma, viuda del ex presidente Carlos Menem, quien había sido condenado en segunda instancia en causas de corrupción. Dos varas y dos medidas, según la inclinación política.
Del otro lado del río
¡Qué diferencia con lo ocurrido en un caso similar en Uruguay! En 2017, la prensa reveló que el vicepresidente de la República, Raúl Sendic, hijo del fundador del movimiento guerrillero Tupamaro, había utilizado una tarjeta oficial para comprar ropa Adidas, aparatos electrónicos, joyas y otras cosas más. El presidente Mujica intentó defenderlo hasta el final: “¡En Brasil y Argentina aparecen bolsones con plata y nosotros discutimos unos calzoncillos!”, exclamó. Pero el tribunal de ética de su propio partido, el Frente Amplio, decidió que Sendic debía renunciar. El hijo de un héroe para la izquierda uruguaya no solo dejó el cargo sino que se autoexilió en Paraguay. La condena social a la corrupción no admite anteojeras ideológicas.
El llamado “paisito” hoy es una de las 14 democracias de mayor calidad institucional del mundo, tiene uno de los menores índices de corrupción del planeta, el mayor ingreso per cápita de Latinoamérica (a pesar de no contar con grandes recursos naturales) y la menor tasa de pobreza, menos del 10% de la población.
En contrapartida, la corrupción sistémica está diezmando las democracias en el resto de Latinoamérica. Lo que explica el creciente apoyo a líderes autoritarios y el surgimiento de electo-dictaduras civiles. De acuerdo a Latinobarómetro, el centro de estudios que mide el estado de la democracia en la región, la confianza de los ciudadanos se desplomó. “Si el apoyo a la democracia es del 48% y la insatisfacción del 69%, hay más insatisfechos que demócratas en Latinoamérica”, dice su último informe.
La viabilidad democrática
La honestidad e integridad de gobernantes y ciudadanos son virtudes cívicas esenciales para la viabilidad de la democracia liberal y republicana establecida en nuestra Constitución. ¿Por qué? Porque este es el único sistema basado en el autogobierno. Los ciudadanos, sus verdaderos responsables y protagonistas, elegimos a nuestros representantes porque somos los soberanos. De nuestra honestidad depende la salud de este sistema de gobierno. La “casta” somos nosotros, no los otros.
Paradójicamente, en la Argentina hemos despojado a los ciudadanos de su rol como responsables constitucionales del presente y futuro del país. Nuestros líderes le hablan a los militantes, a los vecinos al pueblo o a la gente, nunca al ciudadano. A los militantes se les exige obediencia ciega, no discernimiento; los vecinos son una especie de clientes con derecho a exigir porque pagan impuestos, pero sin un rol cívico; y el pueblo es una masa indefinida, una legión de personas humildes y carenciadas que necesitan de un salvador o salvadora que los proteja. La gente es un término aún más nebuloso. Todos ellos son víctimas del sistema, nadie es responsable. Ahora se acuñó un nuevo término: “gente de bien” y “gente del mal”, como si el gobernante y sus seguidores gozaran de un poder divino para discernir entre quienes tienen derecho al paraíso y quienes serán condenados al infierno. Nada de esto figura en nuestra Constitución, que es el único contrato social y cívico que nos obliga recíprocamente a todos los argentinos, más allá de nuestras ideologías, porque la democracia liberal es necesariamente diversa y plural, como la sociedad. La Constitución y sus leyes debieran protegernos, si las respetáramos cabalmente, de tantos desatinos.
Por eso quiero resaltar el coraje cívico y la integridad de Cecilia Goyeneche. Ella ha dicho que ser fiscal anticorrupción es como ser un “blanco móvil para todos los que quieren destruirte”. A pesar todo, desea ser respuesta en el cargo.
- “Es muy importante simbólicamente, para el conjunto de la sociedad”, me explica.
- “¿Tenés hijos?”, le pregunté, con esa facilidad que tenemos las mujeres para hablar de cosas íntimas.
- “Dos nenas, de 14 y 12 años”.
- “¿Ellas van a estar contentas que te repongan en el cargo?”
- “Sí, porque me acompañaron mucho en todo este proceso. Me ayudaron a poner las cosas en su lugar, que no trascienda a todos los aspectos de mi vida. Y mi marido también”.
De ciudadanas y ciudadanos como Cecilia Goyeneche y su familia depende la salud de nuestra democracia y el progreso -otra palabra olvidada- de nuestro país. Esperemos que su valentía y compromiso resuene con fuerza en cada una y cada uno de nosotros. Entonces sí, la Argentina se levantará.
María Eugenia Estenssoro
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Excelente entrevista¡ Felicito. Coincido con las reflexiones y análisis. "Hay como una forma de ejercicio del poder distinta entre hombres y mujeres...", muy de acuerdo, puede haber mujeres del otro lado, pero la progesterona que nos identifica, en gran medida es la hormona reina, que hace al cuidado del ser humano, cuida los hijos, cuida los desvalidos, cuida un ambiente ético y educativo, por más ideología de género esto es imbatible, desde las ciencias y otras disciplinas y el sentido común. Goyeneche es una buena postulante para renovar la Corte. Habría que impulsar su candidatura desde distintos medios.