El artículo no nos dejó indiferentes. Traduje la expresión “Trad Wives”, esposas tradicionales, con una palabra para mí mal connotada, a la que asocie inicialmente, las que añoran ser “mantenidas”. Ese movimiento que nos viene de Estados Unidos y bien narra en su nota Guadalupe Mestas Izurieta, una joven colaboradora. Las mujeres que a través de las redes sociales reivindican los valores tradicionales del regreso al hogar como esposas. Sentí curiosidad y traté de despojarme de los prejuicios, condicionada por la experiencia de pertenecer generacionalmente al tiempo en el que las mujeres rechazamos los roles tradicionales y comenzamos a salir a la vida pública, el mundo del trabajo, con lo que alteramos el orden doméstico y social, y nuestras propias vidas rebeldes. Entonces apreciaba la exhortación de la escritora Lous Andreas Salome, “mujer, si quieres una vida, róbatela”. Nadie nos regalaba nada, debimos pelear para que las leyes garanticen la igualdad. La llamada “revolución silenciosa” porque, antes de que las mujeres hicieran ruido en las plazas con sus consignas, todas las contradicciones y los tirones se vivían en la intimidad, en soledad.
¿Qué significa en Argentina regresar al mundo del hogar si hoy cuatro de cada diez hogares tiene al frente a una mujer, esto es, la que mantiene el hogar? Una proporción que supera la mitad cuando el hogar es monoparental. Muchas por obligación. No siempre por elección. De modo que entiendo el cansancio y la soledad del esfuerzo que alimenta la fantasía de que alguien “nos mantenga”, pero una vez que se ha experimentado la dignidad y la alegría de las decisiones, cuesta entregar las riendas de nuestras vidas. Ya no se trata de regresar a lo que rechazaron tantas mujeres, la tutela del que paga las cuentas y la desvalorización cultural, sino buscar nuevos sentidos.
Así como me conmuevo ante los jóvenes padres que cargan con sus bebés en brazo, algo impensable en los varones de mi generación, confieso que cuando veo a las mujeres jóvenes haciendo trabajos duros, alienantes o indignos, en la intimidad me digo, “chicas, no era para esto”. Cuando veo que la juez del juicio por la muerte de Maradona perdió su carrera de juez me digo, “parece que todavía algunas mujeres prefieren ser deseadas a respetadas”, cuando desde España nos llegan los escándalos de la corrupción con el aditamento de las mujeres ofrecidas como regalos de corrupción para los empresarios, me obligo a ser cuidadosa para evitar las generalizaciones, sin convertir las anécdotas en leyes generales, y sobre todo, saber que las redes sociales ponen en evidencia síntomas sociales pero, también, pueden convertirse en nuevos mandatos, como sucede con la tiranía del aparecer. La gran paradoja de este tiempo, nunca las mujeres tuvimos tanta libertad de movimiento y acción, y sin embargo, nunca estuvimos tan esclavizadas a las dietas, las cirugías, y los filtros para dejarnos ver bellas y en forma. Subordinadas a ese gran ojo social que nos mira, y en mi pueblo nos inhibían con el “que dirán”.
Como de lo que se trata, al menos para mi, entender el tiempo en el que me toca vivir, fenómenos como el de las mujeres que reclaman por el regreso a los valores tradicionales se enmarcan también en el fastidio que han provocado la radicalización del feminismo, la victimización, y la imposición de comportamientos considerados “correctos”. Pero no vaya a ser, también, que ahora que los robots cada vez más reemplazan el trabajo humano y ponen en cuestión el empleo, nos devuelvan al hogar como sucedió en la historia de las guerras con las mujeres, llamadas a ocupar el trabajo que dejaban los hombres convocados como soldados. Con el fin de la guerra, las mujeres debieron volver al hogar, bajo multas altísimas si no dejaban el trabajo a los mutilados de la guerra.
Pero ¿qué significa regresar a los valores tradicionales? El hombre proveedor, rey de la casa que tiene amantes y la sacrificada esposa tolera para no perder todas las prerrogativas de que te paguen las cuentas, te mantengan a cambio de subordinar todas las decisiones. Estereotipos ridiculizados en el cine como en la literatura porque de lo que se trata, a mi entender, es reconocer las contradicciones, la tensión amorosa entre el ideal romántico del “soy tuya”, pero “no te adueñes de mi“ de la autonomía, pero, también, aceptar la belleza de este tiempo en el que cada cual puede elegir cómo quiere vivir, pensar, a qué santo rezar. Sin imposiciones pero con una contrapartida fundamental: Respetar las elecciones, que de eso se trata la vida en libertad. Sin jerarquías entre las profesionales exitosas y las felices madres que anteponen los hijos a sus carreras. Elegir. La misma conclusión a la que llegamos Guadalupe, con edad de ser mi nieta, y yo, que cuando joven enarbolaba la consigna, “mujer si quieres una vida, róbatela”. No hay nada que robar a no ser nuestra decisión de ser feliz y vivir en libertad. Pero nadie dice que la libertad no cueste, y tal vez, la mayor pelea sea con nosotras mismas, atrapadas entre los que nos dijeron que debíamos ser y nuestra voz interior que es a la que debemos escuchar sin dejarla parlotear para que no nos aturda y confunda. Por eso, junto al texto de las “mujeres tradicionales” fue muy aleccionador y refrescante leer el texto de nuestra editora Lisette Kugler, igualmente joven, quien sin negar el anhelo amoroso, es dueña y señora de su vida, y también de sus dilemas que expone con honestidad.
NOTAS REFERIDAS:
“El fenómeno de las tradwives: ¿qué se elige cuando se elige una vida tradicional?”, por Guadalupe Mestas Izurieta.
“No estas eligiendo mal, estás pensando igual”, por Lisette Kugler
En Mujeres & Compañía, trabajamos día a día para ofrecerte contenido que abre diálogos, despierta reflexiones y empodera voces. Si nuestro enfoque sobre democracia, vida en común y feminismo resuena con vos, te invitamos a sumarte de una manera especial.
Con tu aporte, nos ayudás a seguir creando y a mantener este espacio libre e independiente. A través de los botones de Mercado Pago y PayPal en este newsletter, podés donar y ser parte de la comunidad que impulsa un periodismo con perspectiva.
Gracias por ser parte, necesitamos que nos acompañes.