En un mundo asediado por enfrentamientos políticos y guerras religiosas cada vez más feroces, veinte mujeres, de diversos credos, profesiones, ideologías, edades y clases sociales, nos encontramos con el profundo deseo de congeniar y comprender cuál puede ser nuestro mayor aporte en estos tiempos.
Nos reunimos un mediodía en la luminosa sede de Brahma Kumaris en Recoleta, para reflexionar y meditar acerca del poder y la sabiduría femenina. Cada una de nosotras se fue presentando. Moira Lowe, la anfitriona, explicó que dirige en Argentina una organización espiritual nacida en India, presente en más de 100 países, dedicada a la transformación personal y a la renovación del mundo, mediante la enseñanza de la meditación raja yoga, el yoga mental. Inés Ordoñez, fundadora del Centro Espiritual Santa María, una asociación católica, privada, contó que su comunidad propone una espiritualidad para la vida cotidiana, arraigada en la mística cristiana, integrando fe, vida y oración. Cristina Miguens, empresaria, editora de la revista Sophia e hija de la prestigiosa cineasta María Luisa Bemberg, brindó un testimonio personal que permitió que el encuentro se hiciera más íntimo:
“Como hija de una feminista de la primera ola, fui criada ‘como un varón’, estudié ingeniería y confié ciegamente en el racionalismo y en la ciencia, paradigmas del poder del patriarcado. Me llevó años de terapias, enfermedades psicosomáticas, divorcios y lágrimas descubrir el error. Fue el espíritu de Sophia, la sabiduría ancestral de las mujeres, lo que me permitió integrar lo que Jung llama el principio femenino de la psique, el Alma, sin la cual la conciencia (personal y colectiva) está desequilibrada y todo poder carece de sentido”.
Sus palabras resonaron en muchas de nosotras. Yo conté que desde muy joven había confiado mi futuro al intelecto y a mi profesión. “Quería ser respetada y tener un lugar en el mundo de los hombres. Paradójicamente, fue en la maternidad donde encontré la maravilla de ser mujer, nuestro acceso a un conocimiento y un poder que está más allá de las palabras y la razón. Cuando me embaracé de mi primer hijo, surgió a mi alrededor una red de mujeres sabias, invisible hasta ese momento, que me iba diciendo qué iba a sentir y qué sucedería en cada etapa. Comprendí que yo no era el centro del universo, sino tan solo un eslabón más en la misteriosa y asombrosa cadena de la vida. La existencia tiene múltiples dimensiones. Empecé a unir el intelecto y el corazón, lo divino y lo terrenal, lo femenino y lo masculino en mí”.
También compartieron sus vivencias las periodistas Norma Morandini, Gloria López Lecube, María Belén Aramburu; las empresarias Isela Constantini, Silvia Torres Carbonell y Silvina Bulla, presidenta de ACDE; la rabina Marcela Guralnik, las discípulas de Brahma Kumaris Amalia Britos, Veruska Beltrán y Silvina Guerra, y las hermanas musulmanas Inderveer Kaur y Sümeyra Nur Korkut; las especialistas Claudia Boatti (movimientos esenciales), Sol Lanús (neurociencias de la contemplación), Flavia Valgiusti (trauma colectivo); y las líderes sociales Romina Sosa Nuevo, Yuvinka Seja, Inés Sanguinetti y Mercedes Lacroze.
En un mundo atravesado por enfrentamientos políticos y guerras religiosas cada vez más feroces, el salón se convirtió en un oasis de paz. Veinte mujeres, de diversos credos, profesiones, ideologías, edades y clases sociales, unidas por un profundo deseo de congeniar en la diversidad.
Visiblemente emocionada, la invitada especial Gopi Patel, conferencista de Brahma Kumaris, nacida en Kenya y educada en India e Inglaterra, expresó: “Mientras las escuchaba sentía que Dios abrazaba a cada una con amor y compasión”. Para enmarcar el tema del poder y la sabiduría espiritual femenina, contó cómo nació Brahma Kumaris, una universidad espiritual dirigida por mujeres, única en el mundo.
“En 1937, al mismo tiempo que Gandhi impulsaba la desobediencia civil y la no violencia para liberar a la India del dominio inglés, un hombre muy devoto y querido en su comunidad, Lekhraj Kripalani, un rico comerciante de diamantes jubilado, tuvo la visión de que debía crear una comunidad espiritual para emancipar a las mujeres del dominio de los hombres y liberar así el principio femenino que necesitaba la humanidad. Él tuvo revelaciones de que se avecinaba la destrucción de un mundo viejo y la construcción de uno nuevo, y vió que para que esa transición fuera exitosa se necesitaba el poder de lo femenino”.
En ese momento las mujeres en la India no tenían derechos: no podían votar, ni educarse, no poseían propiedades, ni dinero, ni riquezas de ningún tipo. “Las mujeres firmaban contratos matrimoniales donde entregaban todos sus derechos a sus maridos para que fueran los proveedores. Eran esclavas de sus maridos; muchas eran abusadas por sus familias”, continuó Gopi.
Brahma Baba, como llaman al fundador, destinó toda su fortuna a crear una escuela y comunidad para empoderar a las mujeres y liberar su sabiduría espiritual. Las discípulas se vistieron de blanco y comenzaron a organizar encuentros de mujeres reivindicando su derecho a la pureza y al celibato. “Así se liberaron de la energía de la lujuria y el desequilibrio de poder que esa degradación había generado en ellas”, acotó Gopi.
El camino fue arduo. Muchas fueron encerradas por sus esposos o padres y tuvieron que huir de sus hogares; otras fueron llevadas ante la justicia. Brahma Baba fue desprestigiado. La comunidad pasó veinte años de intensa preparación en una zona retirada. En ese período el fundador desarrolló sus enseñanzas y formó a ocho dadis o madres, a quienes les confió la administración y expansión de la organización, así como el fideicomiso al que legó su dinero. Las dadis se convirtieron en mujeres puras, sabias y valientes con la práctica cotidiana del raja yoga, el yoga real que se focaliza en el gobierno de la mente y las emociones para alcanzar la unión con Dios y la auto soberanía. “No se puede gobernar el mundo si uno no gobierna su mente”, sostienen.
Que es meditar?, según Brahma Kumaris
Hoy Brahma Kumaris es una organización global, con representación en Naciones Unidas y un 1,5 millón de voluntarios, entre maestras, maestros y discípulos en todo el mundo. Sus actividades son gratuitas. Su sede principal en Mount Abu, Rajasthan, puede alojar y dar de comer a 20 mil personas al mismo tiempo y es abastecida con energía solar. Sorprenden la amorosidad de su “management espiritual” y su eficiencia tecnológica.
Tuve la suerte de conocer a Dadi Janki, la última de las dadis en conducir la organización, en varios retiros en India e Inglaterra. Ella fue responsable de la expansión internacional a partir de 1970. Hace una década participé en un encuentro en la sede de Oxford, a orillas del Támesis. Con 100 años de edad, Dadi Janki llegó de India en medio de una lluvia torrencial para dirigir un retiro de cinco días para doce políticos. Allí comprobé lo que es el poder y la sabiduría femenina en acción. “Sean luminosos y poderosos”, decía Dadi Yanki, quien se definía como una “madre de la humanidad”.
La sabiduría es una palabra en desuso. En esta época de excesos, atrapados por las pantallas, hablamos constantemente de conocimiento, información, inteligencias múltiples y, ahora, de inteligencia artificial, “la más potente de todas”, aseguran los tecnólogos. Pero nos hemos olvidado de la inteligencia suprema, la más poderosa de todas, la sabiduría, es decir, la inteligencia del amor. La sabiduría es la inteligencia suprema porque conjuga todas las demás, la inteligencia espiritual, la intelectual, la emocional, la artificial (y las que inventemos a futuro), con los valores humanos más elevados, como el amor, la paz, la verdad, la libertad, la igualdad, la justicia, el servicio y la humildad. Valores que necesita desesperadamente recuperar la humanidad para subsistir. “Son nuestros verdaderos poderes”, dicen las dadis.
Al finalizar el encuentro en Recoleta, reconocimos que el mayor desafío que tenemos como líderes es “reivindicar” y llevar en alto, como un estandarte, la sabiduría y la inteligencia espiritual femenina a los distintos ámbitos donde actuemos. Inés Ordoñez lo expresó con claridad: “Es tiempo de la mujer, de su discernimiento maternal y su comprensión amorosa. Para hacerse un espacio fue necesario ‘masculinizarse’, es hora de que ese espacio se torne como un útero, capaz de alumbrar, cobijar y alimentar tantas necesidades y urgencias desoladoras de la actualidad”.
María Eugenia Estenssoro
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