Edición: Malena Fangmann Florit
Producción: M&C
Entre el 11 y el 18 de septiembre de 1985, los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo tuvieron la difícil tarea de demostrar que los comandantes de las juntas militares, que no secuestraron, torturaron, ni asesinaron con sus propias manos, habían sido los máximos responsables de idear y montar una siniestra maquinaria clandestina de secuestros, detenciones masivas, torturas y asesinatos de personas sospechadas de ser terroristas (sin proceso legal alguno), quienes eran llevadas a cientos de centros clandestinos de detención y exterminio que funcionaban en instituciones del Ejército, la Marina y las fuerzas de seguridad al margen de la ley.
Tras revisar la conversación que mantuvimos con Luis Moreno Ocampo hace unos días, comprendí que en estos cuarenta años, cada vez que caímos, cada vez que parecía que todo estaba perdido, la memoria del Juicio a las Juntas y su grito, Nunca Más, siguió reverberando entre nosotros de manera inconsciente, casi solapada, para no conformarnos, para no dar un paso atrás, para poner límites a los atropellos. Quedan aún muchas deudas pendientes del pasado y enormes desafíos hacia adelante. De todo eso hablamos en la entrevista.
Gracias al liderazgo y la valentía de Raúl Alfonsin vivimos desde hace cuatro décadas en democracia, sin golpes de Estado, sin censura y sin la tutela de militares, prelados y líderes mesiánicos convencidos de ser providenciales custodios de un supuesto ser nacional. En 1983, cuando la sociedad todavía se negaba a saber, Alfonsín fue el único candidato presidencial que prometió desmantelar el pacto de silencio e impunidad que habían sellado los militares con poderosos grupos políticos, sindicales, económicos y religiosos antes de dejar el poder. Tres días después de asumir, ordenó investigar lo ocurrido con los desaparecidos y juzgar a los máximos responsables de la violencia política ante los tribunales de la Constitución.
Tuve la suerte de asistir al Juicio a las Juntas como cronista de la revista Time. Era muy joven y tenía más ideales que experiencia. Norma Morandini y su pareja de entonces, Flavio Tavares, ambos avezados corresponsales, me guiaron por esos macabros sótanos del horror al que descendíamos cada día. Me resulta imposible reproducir lo que contaron los sobrevivientes a lo largo de cinco meses. La brutalidad de la que es capaz el ser humano es inimaginable. Pero mi compromiso con la democracia argentina se selló allí para siempre, en esa sala de audiencias. En ese submundo del terror también existieron actos de heroísmo, que reafirmaron mi fe en la condición humana. Como Víctor Basterra, detenido en la ESMA. Un trabajador gráfico que para sobrevivir se ganó la confianza de los represores. Le asignaron una tarea delicada: fotografiar y hacer los documentos con el número de cada detenido. Cuando le permitieron salir regularmente para visitar a su familia, escondía copias de la documentación en sus calzoncillos. Ese material fue una prueba irrefutable de la barbarie organizada que reinaba oculta en la ESMA, la escuela donde se formaban los cadetes de la Marina.
A 40 años del histórico Juicio a las Juntas y a 41 años del Nunca Más de la CONADEP creo imprescindible que los argentinos escuchemos qué desafíos enfrentaron y qué piensan hoy los protagonistas de esa época. No solo para aprender de un pasado doloroso que no debemos repetir, sino para iluminar nuestra democracia que, como sabemos, necesita afianzarse por el sendero de la verdad, la justicia y una convivencia más pacífica, respetuosa y, ¿por qué no?, más amorosa.
En Mujeres & Compañía, trabajamos día a día para ofrecerte contenido que abre diálogos, despierta reflexiones y empodera voces. Si nuestro enfoque sobre democracia, vida en común y feminismo resuena con vos, te invitamos a sumarte de una manera especial.
Con tu aporte, nos ayudás a seguir creando y a mantener este espacio libre e independiente. A través de los botones de Mercado Pago y PayPal en este newsletter, podés donar y ser parte de la comunidad que impulsa un periodismo con perspectiva.
Gracias por ser parte, necesitamos que nos acompañes.








